La guerra final | Mariano Baptista Gumucio

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LA GUERRA BIOLÓGICA

Las epidemias de la Edad Media, la muerte negra que recorrió Europa en el siglo XIV, representan sin embargo estragos de poca monta frente al catálogo de horrores que tiene en depósito los países grandes bajo la denominación de CBR Warfare (las siglas corresponden a las palabras inglesas chemical, biological), o sea, la guerra química, biológica y radiológica.

La macabra ironía de la historia médica, que dice el gran escritor norteamericano Edmundo Wilson, está contenida en la guerra biológica, o sea la fabricación de microorganismos, bacterias y toxinas para propósitos bélicos. La idea consiste en diseminar epidemias sobre el territorio enemigo utilizando los peores gérmenes que hayan atacado a la humanidad en el curso de los siglos, muchos de los cuales habían desaparecido ya completamente. Su virulencia debe ser mayor que todas las defensas que se le puedan oponer, incluso la inmunidad adquirida por los seres humanos. (...) Existe otra variedad de epidemias previstas para atacar animales y cultivos y propagar hambre y enfermedades a las poblaciones afectadas. Figuran en esta categoría: la comalia, la fiebre africana de los puercos, la enfermedad de New Castle; diversos hongos que atacan a frutas y vegetales; el gusano de la esciara, el gorgojo de algodón, el tizón de trigo, de la papa y el arroz, y otra serie de fitohormonas para destruir cosechas.

En una reunión de la American Society, el 6 de abril de 1960, el Dr. Le Roy D. Fothergill, consejero especial del laboratorio biológico del Ejército norteamericano, explicó cómo se podía aplicar esta gama de elementos infecciosos: "El medio de diseminación —dijo— es un pulverizador que arroja una nube biológica invisible, inodora e insípida. Penetra en la mayoría de las estructuras, descubre e infecta todos los objetivos que sean permeables o respiren. Establece nuevos focos de enfermedades contagiosas en animales, insectos, pájaros y personas y contamina hospitales, cocinas, restaurantes y almacenes. Bajo condiciones metereológicas apropiadas es posible la infección de todo un continente con nubes biológicas. La diseminación secreta por medio de saboteadores es casi ilimitada e igualmente práctica."

En Forst Detrick, Maryland y en los laboratorios Dugway, cerca a Lake City, se cultivan "mosquitos con fiebre amarilla, millones de portadores de malaria y pulgas con bacilos de cólera. Se crían también garrapatas de las más diversas clases que transmiten la fiebre "del Colorado" y tercianas, moscas que se utilizan para propagar el tétano y la disentería. Existen cultivos gigantescos de bacilos de Antrax, pues en ambientes desfavorables éstos se convierten en esporas que no atacan ni la sequía ni el frío, ni el calor hasta temperaturas de ebullición. Diseminando este tipo de formas persistentes se provoca en la mayoría de los casos un absceso pulmonar... En Dugway también se estudian maneras de propagar enfermedades entre animales y plantas. Se hacen, por ejemplo, pruebas con fitohormonas que destruyen las cosechas, provocando el hambre en pueblos enteros, y que en 1948 se experimentaron en Malaya sin que los occidentales le dieran importancia.





1965

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