Nueva autora de relatos
Isabel Suárez Maldonado, estudiante de comunicación audiovisual y fotógrafa independiente, simpática cruceña con apenas 23 años de edad, acaba de publicar el libro de relatos Caja de zapatos; bajo el diseño, diagramación y edición de Alexis Arguello Sandoval, joven avecindado en la ciudad de El Alto y que se dedica a la venta de libros y a escribir.
En uno de los iniciales relatos Isabel
escribe: “ese chico que todo él es como el mar”. ¡Cómo será!, ¿salado?,
¿profundo como el mar?, ¿extenso? La comparación reviste un sentido
lato, demasiado amplio, pero tiene mucho sustrato imaginativo esencial
en este tipo de literatura.
Juan es un relato corto, de buen manejo
en su desenvolvimiento. El miedo de afrontar solo, al margen de las
decisiones paterna y materna, sirve de plataforma y el personaje al
final se permite concluir: “se acabó el árbol genealógico, se dijo, pues
aquí yo planto mi legado, mi herencia y mi patria”; aunque, claro, como
afirma la autora, nada de ello sería perdurable.
En La conspiración la escena describe a Concepción Cárdenas
mojando con una manguera a su progenitor, un adulto mayor, quien ante
la muerte de su esposa quedó a cargo de una cuantiosa fortuna
consistente en una mansión familiar, tierras, ganado y departamentos en
propiedad horizontal, en fin, una serie de bienes. La finalidad del acto
conspirativo no era otra que quedarse con parte de la herencia, junto a
sus hermanos, pues ella no trabajaba y se sentía inepta para
desarrollar cualesquier actividad remunerativa; además de ello lo que
más le preocupaba era que las posibles propuestas de matrimonio se iban
reduciendo con el paso del tiempo. Isabel Suárez justifica: “Necesitaba
un fondo urgente para los zapatos de cristal y, hasta que el príncipe
azul se ocupe de las cuentas, papá Cárdenas, que tanto fastidiaba con
achaques y paranoias, tendría que ser la salvación”. En el jardín de la
residencia familiar, el agua fría que le lanzaba a borbotones se
encargaría de provocar en el esmirriado físico de su padre una pulmonía,
de la cual no podría recuperarse. En efecto, así ocurrió.
La prosa corre con soltura y, sobre todo, en buena parte de los trabajos a la escritora no le falta imaginación; tal el caso de El ascensor, que no detiene su marcha y a los cuatro ocupantes los conduce hasta el mismísimo cielo. Ese jugueteo de la febril creación también está presente en el contenido de Cebolla problema y Las cosas que uno hace. El título de Días y flores no guarda relación con el tema elegido, ya que la contundencia de los golpes de puño no abren pétalos ni despiertan dulces aromas.
No nos resistimos a apuntar algo que podrá servirle de consejo a Isabel. El arte de titular libros, virtud de la que gozaban los autores clásicos, se va perdiendo en las nuevas generaciones, por lo menos en algunos novatos. El dominio idiomático empieza en el acto bautismal del escritor hacia su obra y posteriormente utilizará el lector para retener o no el nombre de un impreso. Y lo menos expresivo –atractivo, mejor- es una caja de zapatos.
A nuestro modo de ver, poner un nombre de objeto, de objeto inanimado, ¡no! Todo libro encierra una invitación amable a la lectura y, en consecuencia, el epígrafe vale mucho: es una mano tendida al diálogo, a la fantasía y a la animación.
Tratándose de la primera obra publicada por la joven oriental es preciso que no desmaye en su noble propósito de escribir. Ojalá día a día se supere sumergiéndose en la lectura. Como en toda actividad humana, únicamente la constancia y la dedicación conducen a ese espinoso camino del éxito. Felicidades Isabel y siempre adelante.
La prosa corre con soltura y, sobre todo, en buena parte de los trabajos a la escritora no le falta imaginación; tal el caso de El ascensor, que no detiene su marcha y a los cuatro ocupantes los conduce hasta el mismísimo cielo. Ese jugueteo de la febril creación también está presente en el contenido de Cebolla problema y Las cosas que uno hace. El título de Días y flores no guarda relación con el tema elegido, ya que la contundencia de los golpes de puño no abren pétalos ni despiertan dulces aromas.
No nos resistimos a apuntar algo que podrá servirle de consejo a Isabel. El arte de titular libros, virtud de la que gozaban los autores clásicos, se va perdiendo en las nuevas generaciones, por lo menos en algunos novatos. El dominio idiomático empieza en el acto bautismal del escritor hacia su obra y posteriormente utilizará el lector para retener o no el nombre de un impreso. Y lo menos expresivo –atractivo, mejor- es una caja de zapatos.
A nuestro modo de ver, poner un nombre de objeto, de objeto inanimado, ¡no! Todo libro encierra una invitación amable a la lectura y, en consecuencia, el epígrafe vale mucho: es una mano tendida al diálogo, a la fantasía y a la animación.
Tratándose de la primera obra publicada por la joven oriental es preciso que no desmaye en su noble propósito de escribir. Ojalá día a día se supere sumergiéndose en la lectura. Como en toda actividad humana, únicamente la constancia y la dedicación conducen a ese espinoso camino del éxito. Felicidades Isabel y siempre adelante.