Acá se intenta al menos salir del estereotipo impuesto, narrando hechos increíbles o creíbles, pero ciertos todos: un pingüino en la feria 16 de julio, elecciones de colegiales que no volverán a verse, un panadero de Villa Oro Negro que nos cuenta cómo al hacer pan él se hace persona, radios alteñas, gente que muere atropellada o esperando dentro de minibuses, un enmallado lleno de mensajes de amor, lo que mal fue llamado Electro Preste, los ingredientes del fiambre, brujos que en tiempos de la UDP se asentaron sobre rieles de trenes que ya no existen, el primer drone boliviano y alteños en la Olimpiada de Informática, basura transformada en biogás, el comercio en la Ceja y en la Feria de Ramos, exuniversitarias que dejaron de estudiar en Irpavi, hombres que rondan el Barrio Chino en busca de compañía en los api-porno, gente libre y rebelde a la que se le da bastante bien morir bien, wiphalas en noviembre de 2019, un pub rock para metaleros, complicidades entre policías y ladrones que pudieron ser linchados en Villa Mercedes G., la primera Feria Internacional del Libro de El Alto, la vida y obra del padre Sebastián Obermaier más allá de Villa Adela, Marjhely o La Hija de Santos Churata, el secuestro en Cosmos 79 del primer equipo alteño que fue parte de la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, el primer partido de un argentino en Villa Dolores, Always Ready y el ahora estadio reglamentario de Villa Ingenio, una ejemplar abogada aymarista, el monumento de un perro al que no le faltan flores, Ciudad Satélite y sus habitantes que no se sienten alteños, expaceños que se mudaron a zonas como Illmani Municipal. Historias todas sucedidas en la ciudad de El Alto. Apenas una parte de lo que no se ha mostrado antes o se ha mostrado superficialmente.