Reflexiones marginales

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¿Qué es el cuento?

Hacer el amor en una hamaca, mientras todo simplemente pasa. Prescindir de los personajes de carne y hueso y darle campo a eso que está dentro, entre la piel y los huesos y ponerlos sobre la hoja que se ha de llevar el mejor postor o todo aquel al que le interese.

Hay gente a la que no le importa la extensión ni la forma narrativa, solo le interesa la venganza, por ejemplo, aunque la venganza y el resentimiento no se digan porque están en la intención de una situación más que en un hecho: el miedo, la duda. Hay también gente a la que le interesa cualquier cosa capaz de hacernos sentir como nada ni nadie más puede hacerlo, excepto los cuentos.

Pero vamos en orden de disección. Dicen que los cuentos deben ser capaces de leerse en una sentada y, aunque en los cuentos de Julio Durán uno puede invertir varias y largas sentadas, es preciso también acordarse de las sentadas breves y contundentes, sentadas trascendentes.

Podemos transcurrir alrededor de los cuentos de ¿Y quién eres tú para juzgarme? por varios tipos de intensidad: los personajes transitan casi siempre la bipolaridad, pero no la bipolaridad entendida como la dialéctica felicidad total versus tristeza absoluta, sino la de la mierda de la situación a la otra mierda de la situación. De dudar quién se es. En Bolivia, por ejemplo, resulta que un día amanecimos y todos éramos indios. En Perú, o al menos en el cuento titulado «El país de Pituco», la sierra ha desaparecido, por odio, pero también por ignorar quién se es y cuándo se es.Julio Durán, las dudas sobre un país, la generación de imágenes. El fotógrafo escritor hace equilibrio entre la interiorización emocional y las imágenes, espacios privilegiados para responderse cosas que pasan en la calle, en la sierra. José María Arguedas y el sueño del pongo que se hunde en la mierda y lame la miel, y el gamonal que se hunde en la miel y lame la mierda, siempre, los unos a los otros. Aquí o allá, en todas partes, en todos los Andes, huellas de lo que fue y de lo que, parece, siempre será.

¿Y quién eres tú para juzgarme? me ha parecido la lectura perfecta de un momento. Aunque hay narraciones breves que están más cerca de la reflexión que del cuento, y las resoluciones suelen ser resoluciones de la incertidumbre de la reflexión. El cuento que da nombre al libro es una reflexión interiorizada y, al igual que «Dos preguntas», es capaz de volverse una pequeña postal que resume, en pocas palabras, lo siguiente: uno siempre tiene conflictos respecto de por quién se tira o se quisiera tirar. Más que eso, una reflexión sobre a quién se abandona o se quisiera abandonar. «Dos preguntas» hace que los minutos que lleve leerlo valga la pena, dado que a veces la literatura mata y se puede morir de literatosis a lo Akutagawa.

 «Puta tu» es la clase de cuento que, creo, está hecho para el tipo de sensibilidades que tienen ciertos lectores afectos a telenovelas. El título es sugerente, pero para mi gusto se queda en la falta de maldad que semejantes aseveraciones puedan tener en personas que viven eternamente conflictuadas por su ser y estar, sin distinguir cuál es cuál.

Personalmente, los cuentos repletos de personajes y sin muchas voces que distingan a los mismos, me resultan difíciles de seguir. Creo que a Julio le va mejor con las narraciones breves, aquellas en las que se nota que no ha tenido miedo de levantar el vuelo como con una novela. Los cuentos breves se esfuerzan por hacer del personaje algo más imaginativo y osado. Más que una recapitulación histórica y detallada de hechos y sucesos que muchas veces caen por el peso mismo de sus personajes en los que la trayectoria hacia el final ya está fijado de alguna manera. 

Hay grandes momentos en ¿Y quién eres tú para juzgarme?, momentos de confrontación en los que uno se hace preguntas y se pone en los lugares del acusado y hace aquella reflexión en la que se usa a la literatura para juzgar y ser juzgado.

La fantasía, el etnógrafo, la creación de imágenes, el fotógrafo, las reflexiones que juegan en la catarsis, la historia… el transcurso de la cotidianeidad y la habilidad para encontrar en cosas diarias los oscuros senderos del conflicto que desencadenan en la palabra menos esperada. ¿Y quién eres tú para juzgarme? es una postal completa de un país cercano pero no tanto. De un país hermano o, mejor dicho, de un país siamés que desdobla a nuestros propios entes, racistas, llenos de prejuicios, con la marca reconocible del prejuicio. Una buena forma de conocerse en espejo ajeno.
OSCAR MARTÍNEZ
La Paz, julio 2018

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